Educar en Igualdad desde la Familia
Desde el momento en que te quedas embarazada y sabes el género de tu hijo/a todo empieza. Si vas a tener un niño en tu cabeza comienza a gestarse una peli de piratas y si es niña será un cuento de princesas. Planteamos mil diferencias en la educación de niños y niñas. Diferencias que a veces nos resultan imperceptibles, pero que importan. Construímos sus roles de género de acuerdo con lo que la educación y la sociedad nos ha ido dictando. ¿Educamos en igualdad?
Diez puntos clave que diferencian a la familia que educa en igualdad.
Los hombres no tienen que “ayudar” en casa, un adolescente que controla a su novia por redes sociales y la abronca por estar con otros chicos no la quiere, un bebé de género femenino nunca debe ser tratada de una manera diferente a un bebé de género masculino y no, feminismo no es lo contrario de machismo. Todo esto y mucho más en este post políticamente incorrecto.
Tengo una muñeca vestida de azul
Hace bien poco, mi hijo, de 9 años, le pidió por favor a su padre que no le pusiese unos calcetines rosas para ir a una actividad deportiva porque sabía que los otros niños se iban a reír de él. “¡Papá, por favor, cámbiamelos, porque se van a reír de mí y van a decir que soy una niña!”. Si esto no es una señal de alerta es que no tenemos ningún radar de alertas encendido.
Y lo peor es que no es la primera que recibimos, tanto de nuestros hijos, como de lo que vemos a diario en cualquier espacio con niños y niñas. Situaciones en las que las risas se desatan porque un niño llora, el uso de “nenaza” como insulto, micromachismos (machismos, de micro nada)en cualquier ámbito de nuestra infancia que no quiero ni debo aceptar como “normales”, como situaciones “inevitables” porque son fruto de una manera de educar y estar en el mundo que podemos cambiar entre todas/as.
Como nos cuentan anecdotas el problema se genera ya desde el embarazo. Antes de que nazca el bebé, en cuanto sabemos el género, la mayoría de las familias ya se imagina un futuro en azul o rosa, prepara la habitación y la ropa de forma totalmente diferente si van a tener un niño o una niña. “Si es niño, nos montamos la película de piratas y si es niña elaboramos un cuento de princesas”.
Igualdad legal versus real
En nuestra sociedad existe una igualdad “legal” que no se traduce en la realidad y eso nos preocupa como madres y padres. Nos preocupa mucho. Me preocupa mucho. ¿Cómo abordar la educación en igualdad desde el hogar?
El primero de los pasos, tal y como nos cuentan, es tomar conciencia real de que existe un problema. Si una madre y un padre quieren educar en igualdad hoy en día ES NECESARIO que te lo propongas, que tomes conciencia real de la situación de partida y decidas enmendarla.
Educar en igualdad desde la familia
El reparto de tareas domésticas entre todos los miembros de la familia (en la medida de la agenda y posibilidades reales de todos) es un primer paso porque nunca nos podemos olvidar de que el primer referente que tiene cualquier niño o niña es lo que ve en casa.
Todas tenemos anécdotas significativas como la que nos cuenta en la sociedad , como el comentario de una madre, teóricamente, decidida a educar a sus hijos en igualdad, que comenta que en su casa su pareja “ayuda mucho con las labores de la casa”. Seguro que muchos recordáis el post de Alberto Soler que se hizo viral “Yo no ayudo a mi mujer con los hijos y las tareas de casa”. Nuestro subconsciente es difícil de reeducar y después de décadas escuchando que los hombres tienen que ayudar en casa hemos llegado a creérnoslo.
Pues no, mamás, papás, educadoras, educadores, todas/os gentes en sociedad Los hombres NO tienen que ayudar en casa, ni ayudar a su mujer con los hijos. Se trata de una simple cuestión de reparto de tareas y responsabilidades en función de la disponibilidad horaria real de cada uno/a. NO AYUDA, simplemente, hace su parte del trabajo según lo acordado en pareja.
Sólo sé que no sé nada
¿Cómo conseguimos que nuestros hijos no asocien el color rosa con las niñas? ¿Cómo hacemos que los niños abandonen los estereotipos? ¿Cómo promovemos que puedan llegar a escoger libremente su profesión, su vocación, su ropa, el tipo de libros o incluso el deporte que quieren practicar? Malas noticias, la libertad total no existe porque vivimos en sociedad y va a ser imposible derribar de un plumazo todos los estereotipos construídos a lo largo de los siglos sobre los roles de género.
La buena noticia, tal y como comentamos en la entrevista, es que tenemos dos instrumentos fundamentales a nuestra disposición: el pensamiento crítico y la educación emocional.
Pensamiento crítico como arma contra el sexismo: nunca dejes de hacerte preguntas ni de hacérselas a tus hijos. ¿Crees que el rosa es un color que sólo pueden usar las niñas? ¿Por qué? ¿Las niñas no saben jugar al fútbol? ¿Acaso Mi hijo no juega fenomenal? ¿Hay juguetes de niñas y de niños? ¿Quién decide eso? Son sólo algunos ejemplos. No des nada por sentado, hazle pensar. Anímale a usar su cabecita para discernir de dónde vienen todos los mensajes que recibe a diario (los importantes) y si está o no de acuerdo con ello.
Educación emocional y feminismo: Sí, feminismo, porque no es lo contrario de machismo, aunque muchas personas lo piensen. Hombres y mujeres feministas es lo que necesita este mundo. Hombres y mujeres que defiendan que sombres y mujeres somos iguales (no hablo de igualdad física, algo, obviamente imposible, sino de igualdad en el día a día, en el tipo de trabajo que desempeñamos, en la retribución, en nuestros derechos). Al lío, históricamente se ha ligado la manifestación de emociones como una característica de las mujeres y se les ha negado a los niños la posibilidad de expresar sus sentimientos. ¿Quién no ha oído aquello de? : no llores, sé un machote! O ¡venga, nenaza, deja de llorar!
Pues no, gente,llorar no es de hombres ni de mujeres. Simplemente es. Es necesario, es curativo, es sanísimo. Por eso debemos educar a nuestros hijos e hijas en el reconocimiento y gestión de sus emociones, sin ningún tipo de tabú o traba, que sepan que todas las emociones son sanas y necesitamos manifestarlas de alguna manera para no acabar siendo auténticos enfermos emocionales.
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